jueves, 15 de mayo de 2008

REFLEXIONES SOBRE POLÍTICA EDUCATIVA Y ARTE

Ricardo Barrientos

Trabajo Final realizado para la Cátedra de Políticas Educativas, a cargo de la Prof. Laura Chaito

Noviembre de 2006



Articulación educativa y educación permanente

Según los datos del Censo 1991, 14.215.591 jóvenes de más de 15 años ya no están en las escuelas. Medido en porcentajes estaríamos hablando del 75% de esta población. Para la franja de 15 a 24 años el porcentaje asciende al 77,40%; unos 2.387.626 jóvenes a los que se ubica en situación de riesgo educativo: condenados a una probable marginación social, económica y política. Ciudadanos que fueron abandonando su periplo educativo sin haber logrado niveles básicos de Educación Formal necesarios para enfrentar la complejidad del mundo actual. Si echamos una mirada en las provincias argentinas: todas superan el 70% de nivel de riesgo educativo, llegando Misiones a la cifra de 85%, de lo que se deduce que estos jóvenes, sólo poseen educación primaria incompleta o completa. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene una cifra importante ubicándose un 55% de su población en riesgo educativo, siendo estos jóvenes de 22 a 31 años de edad. Así describía textualmente una investigación realizada de la Dra. en Sociología y Educación e investigadora de UBA/IICE Maria Teresa Sirvent y publicadas en diario Clarín el 02 /06/1998.

Si miramos la fecha, podría pensarse en lo “desactualizada” que es esta información y qué imparcial puede ser cualquier análisis que se haga. Pero quise comenzar por este informe y en aquella fecha concreta, para no sucumbir en descripciones más trágicas y desalentadoras que muchas veces paralizan cualquier intención de pensar y actuar.

Si realizamos una mirada histórica deberíamos recordar que en el camino que nos trae hasta a estos días, el país atravesó la hiper-recesión y la caída del plan de convertibilidad: situaciones extremas que empujaron a enormes sectores de la población a descender aun más en su escala social. Por lo que aquellas cifras que se enumeran al comienzo seguramente son más preocupantes todavía. Desde luego que se puede aportar una innumerable información sobre datos precisos y estadísticas serias que nos aproximarían a estos tiempos con mas exactitud, pero prefiero tomar la opinión casi unánime de los más prestigiosos expertos en educación que coinciden en señalar que el actual sistema educativo está “estallado”.

Asociar a estos datos su contexto macroeconómico y decisiones políticas que ponen al descubierto la ideología del poder de turno, es fundamental para ver globalmente cómo se llega a este estallido” del sistema educativo y qué deberíamos priorizar en la discusión sobre la reconstrucción del mismo.



Las nuevas mayorías

A la hora de pensar en un cambio profundo en la política educativa habrá que imaginar cómo se alienta, cómo se provoca en estos sectores de la población más afectados la necesidad de retomar o iniciar (desde otro lugar) un vínculo constante con el conocimiento. El Estado como principal organizador, debe diseñar dispositivos formales e informales, como “canillas” de conocimiento y de saberes para que la ciudadanía excluida, joven y adulta, pueda satisfacer sus necesidades cognoscitivas como un derecho fundamental más.

Hoy hay muchísimos lugares en el país donde el Estado se ha “corrido”, en el sentido de haber abandonado sus responsabilidades, y esto privó a los pobladores de esos lugares de los derechos más esenciales consagrados en nuestra Constitución [1]. La actividad privada puede cubrir sólo algunas y muy limitadas funciones, pero su propio paradigma de rentabilidad, la convierte en insuficiente e inadecuada para reemplazar al Estado. Pero sí hay muchas Organizaciones Populares que hoy funcionan, algunas hasta están reconocidas oficialmente, que no cuentan aun con el apoyo de una infraestructura adecuada ni son debidamente fiscalizadas por el Estado. Estas Organizaciones son dueñas de una rica experiencia y están compartiendo directamente la problemática de su población. No tienen la “asepsia” de otras instituciones educativas que a veces terminan convirtiéndose en un ámbito insular [2] . Los Talleres, Sociedades de Fomento, Bibliotecas Populares, Centros de Jubilados, Clubes Barriales, Escuelas que ofrecen Cursos Nocturnos para Adultos, Instituciones Privadas (como por ejemplo, algunas ONGs) y Cooperativas: pueden dar una inmensa batalla contra esta fractura social y ser una herramienta eficaz para materializar definitivamente la democratización del conocimiento. Están “ahí” y un Estado articulador las transformaría en un valor altamente apreciado para la sociedad. Si hay algo que no han podido eliminar las políticas neoliberales es justamente la valoración de la acción del Estado y de su impronta por parte de la inmensa mayoría de sociedad. Pero para ello, los gobiernos de turno tendrán que dejar de “fastidiarse” cuando deben cumplir con las obligaciones que les marca la Ley y poner todo el poder del Estado a la altura de esta crisis.

Desde lo estrictamente ideológico, habrá que descartar desde el principio cualquier idea que configure a los sectores excluidos como generaciones perdidas e irrecuperables, como tristemente las definió el ex_presidente del Brasil, Enrique Cardozo, en su país. Hoy configuran la nuevas mayorías. Pensar en una Reforma partiendo desde ese punto y descartar políticas de inclusión para estos sectores de la población, sólo agravaría aun más la actual confrontación social. Además, se malgastarían energía y recursos del Estado, ya que muchos de estos ciudadanos excluidos son jefes de familia, y difícilmente puedan ver como “valiosa” para sus hijos, la misma Educación Formal que a ellos sólo les garantizo la exclusión.

La actual Reforma menciona constantemente el derecho a la igualdad en la calidad educativa. Reconfigura la educación como un derecho de los ciudadanos. Avanza aun más y declara que:

“El Estado Nacional no suscribirá tratados bilaterales o multilaterales de libre comercio que impliquen concebir la educación como un servicio lucrativo o alienten cualquier forma de
mercantilización de la educación pública.” [3]

Habrá que hacer mucho mas explicitas las obligaciones del estado para garantizar que esos derechos puedan ser ejercidos por el pueblo. Porque escribirlos en una Ley tan sólo, recuerda que la historia Argentina está llena de letras huecas y, como ejemplo, basta él Artículo 14 bis de la Constitución Nacional, hoy naturalizado como una gran hipocresía.



La escuela no tenía defensas

¿Podemos decir que tamaña crisis del Sistema Educativo pudo ser producto solamente de planes económicos perversos o que la Escuela, partida en segmentos independientes y muy poco articulados, invitaba al abandono precoz de la misma, de los jóvenes urgidos de respuestas concretas e inmediatas para su supervivencia?

Durante décadas se pudo integrar el sistema productivo con la Escuela Primaria. El paso a la Escuela Secundaria era tan brusco que la mayoría abandonaba en los primeros años, quedando muy poco de consideración social a estos alumnos desertores respecto a los que ni siquiera hubieron ingresado. El último año (7° grado) de la Escuela Primaria brindaba una preparación que distaba mucho de la necesaria para adecuarse al pasaje por el Nivel Secundario. El paso de una maestra todo orientadora a un aula de Secundaria dominada por 12 o 13 docentes, era un salto conflictivo para el grueso de los adolescentes. El paso de la Secundaria a la Universidad presentaba menos traumas desde el punto de vista de la formación de los alumnos. El grueso de los alumnos estaba preparado para el Ciclo Superior.

No obstante, el nivel industrial del país de aquel entonces determinaba que un trabajo había esperando y se iniciaba muchas veces la Carrera Laboral dentro de las empresas e instituciones que casi siempre desviaban o interferían con la Carrera Profesional Universitaria. Esto, sumado a la desarticulación de los Niveles Primario y Secundario también obligaba a exámenes de ingreso para el Nivel Universitario, a lo
que también se agregaba el servicio militar de los varones, provocando finalmente una deserción bastante masiva en el Tercer Ciclo Educativo que, un bajo nivel de desocupación, enmascaró durante muchos años.

Hoy la estafa a las jóvenes generaciones que terminan la Secundaria tiene aristas maquiavélicas. Los alumnos se han convertido en rehenes dóciles de un sistema que no les da opciones en cuanto a calidad educativa se refiere, y cuando egresan
se encuentran con una Universidad que los rechaza y los somete o a un examen de ingreso (de Universidades Públicas) o los obliga en el mejor de los casos, a un Ciclo Básico, que termina convirtiéndose en un servicio educativo obligatorio luego de haber cursado cinco o seis años de Escuela Secundaria. Así llegan a encontrarse con la Carrera que han elegido promediando los dos años luego de haber terminado el Secundario (demasiado tiempo para un joven de clase sociales medias-bajas, ni qué hablar para los pobres). Este desgaste sumado a las necesidades económicas que imponen trabajar para solventar los estudios favorece el abandono prematuro del Sistema Educativo. La Educación Superior Pública termina siendo innecesariamente larga y funcional a las capas altas de la sociedad que no encuentran así competidores en los puestos especializados de trabajo ya tempranamente. Esto marca una notoria diferencia con el Sistema Privado que agiliza el ingreso y nivela desde el “interior de la Carrera Superior”, compensando con el Perfeccionamiento constante, garantizando la incorporación laboral y la experiencia a las clases sociales más acomodadas, a través las conocidas Pasantías, por ejemplo. Me pregunto si la Educación Pública no debería agilizar el “tender puentes”, el “ser puente” entre sus alumnos y el conocimiento teniendo en cuenta la emergencia social. En esa carrera por acreditar conocimientos, los pobres vuelven a correr con “zapatos de plomo”. Ciclos que deberían estar profundamente articulados como la Primaria, Secundaria y la Universidad están desarticulados, y hasta muchas veces enfrentados, “arrojándose” unos a otros responsabilidades ante las secuelas de las crisis, “neutros” ante las luchas de unos y otros contra modelos de ajuste, y lo único que pareciera unificarlos es su función de convertir a los alumnos en rehenes dóciles. Capítulos tristes, si los hay, son los “bochazos masivos” (fracaso en los exámenes) que se producen en el ingreso a las Universidades, apareciendo decanos y rectores en actitudes retrógradas y con un discurso sobre la estafa de la que fueron víctimas los jóvenes provenientes del Secundario, pero aportándoles muy pocas o ninguna solución a esta situación. Valdría la pena preguntarse si el Secundario fue una estafa o los exámenes están “mal tomados”, es decir, si no mantienen para el ingreso a la Universidad, una expectativa mayor a la que pueden esperar de la calidad de la oferta educativa con la que llega la población que reciben en sus aulas:

”- No importa, venga el año que viene”, se les dice a los estudiantes.

Con estas respuestas parecieran recetar la mejor medicina para tanta dolencia. Lo que se desnuda aquí es la política insular [4] del Sistema Educativo que pretende no ser afectada por los acontecimientos que afectan a su población. Toda Reforma debería contemplar que la Educación hoy debe ser permanente y no finita. Por lo tanto los últimos años de Primaria y Secundaria deberían resignificarse
como el ingreso a la siguiente etapa y no solamente una condición más, promoviendo los cambios curriculares y metodológicos que se deban realizar para tal fin.

Al comienzo del trabajo se mencionan cifras de cantidad de ciudadanos que perdieron el vínculo cotidiano con el conocimiento. Demás estaría decir que cualquier cambio que se intente debe pensarse en estas mayorías. El concepto de igualdad debe contemplar también a los trabajadores desocupados y a los trabajadores llamados “en negro”. En un mundo que está terminando rápidamente con la estabilidad laboral y en donde se comienza a reconocer hasta en el mercado financiero de créditos a los trabajadores “informales”, el Estado debiera dejar de considerarlos ciudadanos “abstractos” que sólo cuentan a la hora de las estadísticas. Y aquí es donde la Educación Permanente puede contribuir a “emparejar” los desequilibrios que la economía formal provoca o deja como residuales.

La Educación Permanente además de ser una puerta a la “refundación
” interior del Sistema Educativo, puede reconstruir la esperanza, generar nuevos proyectos en personas que por diversos motivos postergaron o equivocaron sus decisiones profesionales. Saber que se cuenta siempre con la posibilidad de ir a encontrarse con viejas aspiraciones y pasiones. La Educación Permanente es un articulador social, es un dispositivo pivote que atraviesa toda la complejidad de la Educación. Es el último y el más importante escalón de la articulación.



El aporte del arte en la nueva Educación

Creo que una mirada miope en el manejo del Estado, una concepción fragmentada, unidimensional, se impuso sobre los argentinos. No es casualidad que cuando esto sucede, el arte sea relegado al último peldaño de ponderación.

El arte nos trae otro tipo de mirada: la mirada global, humanista, compleja, de multiplicidad de dimensiones, en donde se funden la razón y la experiencia con lo espiritual, lo emocional y con lo que sólo el arte puede explicar. Este es el aporte que acerca la Educación Artística.

Hay que enfrentar la tradición racionalista que domina el Currículum en el Sistema Educación. Como dice
Flavia Terigi: “El currículum debe expresar una selección más o menos conciente de saberes y no solamente devolver una imagen ambiental.”

La Educación Artística, favorece una mirada que supera lo visto, lo escuchado, lo leído, y que fermenta y fomenta oposiciones y criticas. Como expresa J. Bruner:
“la creatividad es poder ir mas allá de la información dada.”

La urgencia por resolver cuestiones prácticas no debe anular el arte como lo ha hecho hasta ahora. El actual estado de emergencia educativa debe ser pensado como un estado de refundación y de construcción de algo nuevo, distinto, más generoso, humano y solidario. Volver a levantar las columnas del mismo Sistema pero con paredes pintadas, nos llevará pronto a un nuevo derrumbe. Esta crisis precisa una discusión amplia y abierta, que promueva el cambio y que quede en estado de deliberación constante. La complejidad de la educación del siglo XXI está emparentada con una revolución industrial digital que no se resuelve con más ecuaciones, ni más horas de inglés, ni con una computadora que envejece cada año. Si se cierra el debate y se implementa una Reforma sin la discusión necesaria y sin escuchar a los actores principales, docentes y alumnos, lo único que estaríamos haciendo es fabricar una nueva estafa para las próximas generaciones. La crisis se expresa en la escuela y en el aula, pero se alimenta en las familias aturdidas por las tensiones, en la País desorganizado, en el Continente subdesarrollado.

Hoy las nuevas estrategias de los sistemas de producción sacuden a naciones enteras en tiempos muy veloces y sólo una mirada global y compleja puede tejer alguna defensa ante tamaña arquitectura de poder. Crear amor por el saber, hambre de conocimiento, pensamiento autónomo, critico y autocrítico, reconocimiento de lo distinto, desarrollar la expresividad y la interioridad: excede en mucho la mirada de las ciencias por más “exactas” que estas sean (o se consideren a sí mismas) y la valoración social que tengan. Como dice Howard Gardner: “La educación artística debe desarrollar y ocuparse de las diferencias y no esperar respuestas similares que hagan uniformes e irreconocibles a los individuos.”

La complejidad de la estructura de las artes genera debates desde la Antigüedad. Aún se originan discusiones acerca de su ubicación en el campo de las ciencias, del verdadero valor en el terreno de la salud integral de las personas, de su importancia en los primeros años de vida y de su aporte en la estimulación de los niños. El arte recoge críticas, miradas y opiniones de todos los rincones de la actividad del humana, porque el arte todo lo toca, en todo se interesa, de todo se nutre y a todo cuestiona. Imagina, construye, derriba, recicla e inventa. Conserva y transgrede, golpea y divierte, desnuda y esconde, va y vuelve. El arte inunda a toda la humanidad, sus sistemas de vida, sus filosofías, creencias y religiones, sus continentes, hemisferios y culturas. El arte es la humanidad que pretende unificarse en la diversidad y sintetiza toda su obra y todo su anhelo. En él se celebra la comunicación y el encuentro, con lo cercano y lo remoto, lo desconocido y lo cotidiano.

¿Que problema podrá resolver entonces declarar o negar el arte como ciencia? Casi ninguno, porque el arte florece en la incertidumbre y el devenir. Tal vez contribuya a levantar la estima de alguien que pintando un cuadro o tocando el piano ahora sea considerado un científico, pero mientras exista la necesidad de los pueblos de expresarse a través de ella, habrá más dudas que certezas. Como dice el pintor argentino Felipe Noe:

“El arte no sirve para una nada, pero cuando aparece el artista: nadie se puede hacer distraído.”

El arte no se debe imponer en la educación por su aporte “científico” (técnicas, etc.) sino por su cualidad multidimencional, por su complejidad y por los puentes que tiende entre las culturas y la interioridad de las personas, entre la expresión y la introspección, lo global y lo vernáculo, lo histórico y lo imaginario. El arte en la educación integra, porque nada ni nadie deben quedar afuera.

A la hora de imaginar una propuesta concreta en la tarea del docente de música, lo primero que se me aparece como vital y versátil: es la canción.


La canción

La canción es una estructura musical que condensa todas las manifestaciones del hombre y de la sociedad. Es una forma musical potente, que con el tiempo cobra cada vez más importancia. Se mueve por todo el espectro sociocultural y logra adaptar su forma a las más variadas intenciones de comunicación que los seres humanos precisan. Lo trágico, lo alegre, lo nimio, lo monumental. Representa tanto al niño como al adulto, a lo intelectual como a lo popular, todo puede ser expresado en una canción.

Si tomamos los consejos de Elliot Eisner y “repensamos el concepto de cognición tradicional, ensancharemos esta definición e incluiremos el mundo de los sentimientos.” La canción nos brinda en su versatilidad una enorme plataforma para poder representarlos.

Lleva en sí misma la posibilidad de ejecutarse en forma individual o colectiva, con y sin acompañamiento. No hay otra forma musical mas versátil que la canción. En ella cabalgan la música y la realidad, la música con la historia o la poesía, la realidad con lo concreto o con la abstracción. Me pregunto: “¿qué puede resistir la amplitud de la canción?” En verdad cuesta imaginarlo. Como también dice Elliot Eisner: “el arte aporta un conocimiento del mundo, hace un aporte único a la experiencia individual.”

Si nos planteamos los serios problemas de comunicación que han penetrado en el aula a raíz de la última tragedia socioeconómica, no caben dudas que la canción nos puede dar una invalorable ayuda para empezar a reconstruir el camino de una nueva escucha y reinstalar el diálogo en el aula. Punto de partida para poder expresarnos y transmitir sentimientos.

En su sencillez, la canción nos permite articular con todos los saberes que circulan por el aula, la institución, la comunidad y hasta con las distintas ideologías y creencias. Aunque a veces el fin de la canción sea camuflar o transmitir otras intenciones, aquí aparecen también genuinos sentimientos.

Pensando en esta maravillosa herramienta con que contamos para nuestra tarea de docentes de música, (aquí podríamos decir que los educadores de música contamos con una gran ventaja respecto a resto de las materias), también se me aparece en primer lugar la imagen de un instrumento que pueda acompañar y complementar el enorme recorrido que la canción puede alcanzar. Por sus cualidades sonoras, por sus dimensiones, su simplicidad de ejecución en los primeros niveles, por su capacidad armónica y también por su valor económico: la guitarra es el instrumento muy adecuado para asociar a la canción.



La guitarra


La guitarra es el uno de los instrumentos que nos puede devolver con pocos elementos técnicos, primarios si se quiere, una rica experiencia sensorial, una producción simple, pero producción artística al fin. En muy poquito tiempo la guitarra nos permite vivenciar emociones y encantamientos estéticos que resultan fundamentales para profundizar en otro tipo de relación con la música.

Es también un instrumento que puede ser enseñado con la metodología de taller o sea que sin problema alguno se puede aprender colectivamente y ofrecer a los alumnos un saber que guardaran para siempre porque una vez que se aprende a tocar acordes es casi imposible olvidarse.

Es además un instrumento en que casi todo hogar se tiene o consigue sin grandes esfuerzos económicos, a diferencia de un piano u otros instrumentos. Nos brinda la posibilidad de abordar armonías para poder acompañar pero también es un gran instrumento melódico.

La canción y la guitarra con su abanico de posibilidades y el docente ayudando a resolver los necesidades que traen los alumnos, básicamente en el aprendizaje de nuevos acordes y nuevos ritmos, me permiten vincular la última propuesta que me parece fundamental para cerrar esta primera idea: La enseñanza de la lectura del cifrado americano.



El cifrado americano

Este sistema de lectura es el más simple y eficaz para aquellas personas que no desean interiorizarse en el instrumento, más allá que el hecho de poder cantar y tocar una canción. El cifrado puede ser entendido a muy temprana edad y termina de cerrar este primer círculo para poder abordar la expresión y la interioridad en la escuela. Sabiendo “dosificarlo” y utilizarlo en respuesta a las necesidades que surjan de los alumnos, logra tener incluso una arista de entretenimiento. Pero de ninguna manera la enseñanza del Cifrado puede terminar en clases teóricas de armonía funcional que nada tienen que ver con la expresión y la comunicación del y en el grupo. El Cifrado Americano debe estar al servicio de la canción y no viceversa.

Con estos tres elementos y contando con una adecuada “dosificación” que respete las edades y los intereses estético-culturales de cada grupo, seguramente llegaremos a los últimos años de la Secundaria con alumnos que puedan apropiarse de la música que más los identifique para el desarrollo su expresividad. Se podrán encontrar formas de comunicar sentimientos, ideas, reclamos de manera más creativa y no por ello menos valiente. Nos podremos descubrir desde un costado más afectivo entre docentes y alumnos. Daremos a conocer en profundidad nuestras ideas y arriesgarnos a la consideración de los demás. Nos permite conocer al otro en una dimensión a la que sólo el arte nos permite acceder.



Conclusión

Canalizar la impotencia de la marginación que nos propone el mundo del capital globalizado y poner en canciones nuestra historia, abordar la conciencia ciudadana desde el arte y provocar reflexiones acerca de nuestra mirada y nuestros problemas. En definitiva, dejar que la Escuela quede “permeada”, “atravesada” por la sociedad en la que está inserta, y no querer hacer de ella un “cubículo” al margen de lo real (lo que de todas maneras resultaría una falacia total).

La canción no margina ningún otro saber y posiblemente despierte el interés de los alumnos en extender el paisaje musical hacia otras formas musicales, por eso considero que es un muy buen punto de partida para convertir la clase de música en un momento esperado y para salir de ella pensando en cómo volver a entrar.


  1. Constitución Nacional Argentina: art. artículo 14 y art. 75, incisos 17, 18 y 19 y los Tratados Internacionales incorporados.
  2. Morin, Edgard: Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Ed. Nueva Visión. Argentina, 2001.
  3. Ley Nacional de Educación N° 26.206, Art. 10.
  4. Morin, Edgard: Op. Cit.


Ricardo Barrientos

rickybarrientos@yahoo.com.ar




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